AQUÍ, EN NINGÚN LUGAR

“…Quizás empezará una nueva era en la que los intelectuales y las clases cultas soñarán con el modo de evitar la utopía y volver a una sociedad no utópica, que sea menos perfecta pero más libre.”

Nicolás Berdiaeff

Desde que tengo memoria he escuchado el resonar de la palabra utopía, y a medida que fui sabiendo más acerca de lo que era, me interesé en saber las causas del por qué no podía aplicarse a nuestra sociedad.

Con el paso del tiempo y el transcurrir de mi vida, supe, o mejor dicho conocí, algo llamado naturaleza humana, que me dio la clave para entender por qué nunca llegaríamos a vivirla. Decidí dejar mis ideas locas de adolescente y comencé a buscarme algo más serio.

¿Qué es entonces la sociedad en que vivimos? Si no es una utopía, ¿entonces qué es?

En la búsqueda de esas seriedades, tropecé con otras llamadas antiutopías.

¿Y que es la antiutopía? ¿Cómo nace?

Más allá de la descripción de una sociedad con tales o cuales características, pienso que en el siguiente párrafo descansa la esencia, la base que la compone:

“…conforme el tiempo pasa, ellos como todos los demás hombres hallan que la independencia no se hizo para el hombre, que es un estado antinatural que puede satisfacer durante algún tiempo; pero que no nos lleva, seguros, hasta el fin…”

Aldous Huxley, Un Mundo Feliz, 1932.

Sí, en la ausencia de independencia, de libertad y de una forma propia y única de pensar, está el origen de la antiutopía. Cuando esas tres cosas se pierden en una sociedad, es cuando nace.

¿Pero quién querría perder todo aquello que lo distingue como ser humano único? ¿Quién, voluntariamente accedería a que todo su pensamiento le fuese arrebatado?

Nadie, creo yo; a menos que se le engañe o jamás haya conocido a alguna de las tres.

Es así como las antiutopías nacen, crecen, se establecen y perduran; hasta que algún día se comen a sí mismas. Autoengaño, los métodos conductistas, la ignorancia y las drogas depresoras del sistema nervioso para inhibir las sensaciones, son las armas básicas del dominio antiutópico, con los que la utopía ni siquiera soñaría.

Me horrorizo sólo de pensar las preguntas de hace rato: si no es una utopía, ¿entonces qué es?, ¿qué es entonces la sociedad en que vivimos? No quiero decirlo, no quiero pensarlo siquiera.

Las fallas en las antiutopías están por todos lados, como si estuviesen constituidas sólo de eso; y por tal motivo, parecen no tenerlas.

En nuestra sociedad son tantas las fallas, que si no fuera por las armas antiutópicas (autoengaño, conductismo, ignorancia y demás), ya se habría derrumbado. Utopías y antiutopía afirman ser perfectas; la sociedad actual no lo afirma, pero está segura de ello.

Entonces, ¿Dónde estamos? ¿qué somos? ¿hacia dónde vamos? Está claro que somos una sociedad decadente, vivimos igual o peor que en una antiutopía, con la gran diferencia de que aquella es estable, y esta cada día se desploma.

Los seres sociales también estamos peor: los antiutópicos viven engañados y “felices”, pero en gran parte de los casos suelen tener todo lo necesario para vivir en condiciones adecuadas, en cambio nosotros, vivimos felizmente engañados y con carencias a veces infrahumanas.

Si tuviéramos una escala o una recta al estilo numérica, obvio sería que la utopía estaría situada del lado positivo y en el negativo estaría la antiutopía. El cero justo en medio. Y nosotros, posiblemente estaríamos en los números negativos, siendo aún más negativos que la misma antiutopía. Pero entonces, si me atrevo a afirmar esto, resalta una nueva interrogante, ¿acaso no hace falta que se defina un némesis para nosotros, nuestra posición en la mencionada recta, así como estas dos lo son entre ellas? ¿y cómo sería? ¿cómo le llamaríamos? ¿“algún lugar”? eso sería catastrófico, porque nosotros estaríamos en “ningún lugar”.

Está claro que en la naturaleza humana no puede existir el cero, el equilibrio a través del no sentir, por eso es que la utopía se manifiesta en las emociones y sensaciones, pero siempre sin llegar al desbordamiento. La antiutopía en la inhibición de las mismas y la pseudo-fabricación de las otras, mientras que nosotros nos hacemos creer que las tenemos todas y que las explotamos al máximo, cuando no es así.

Entonces “algún lugar” es una tierra más allá de utopía, quizás es el cielo, quizás es un lugar donde no quema el sol, o un lugar donde se nace pero no se muere; no lo sé, pero se quedará sola y en las sombras, mientras nosotros nos sigamos empeñando en seguir aquí: en ningún lugar.

«…Pero yo no quiero confort, yo quiero a Dios, quiero la poesía, quiero el verdadero peligro, quiero la libertad, quiero la bondad, quiero el pecado.”

Aldous Huxley, Un Mundo Feliz, 1932.
“Y como la internet se hizo para publicar lo que sea…”
(Ciclo Reminiscencias)
(#2)

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